Una vez, The Observer definió a Trevor Horn como el productor que «hizo sonar las maquetas pobres de Frankie Goes to Hollywood a prolapso de Wagner». Bob Stanley en su libro «La historia del pop moderno» le concede el mérito de haber devuelto al pop las producciones de lujo que merecía, prediciendo a finales de los 70, el «nuevo pop, el más excitante sonido de principios de los 80».

Horn, que ya había publicado un disco de versiones orquestales llamado ‘Reimagines the Eighties’ con canciones como ‘Take on Me’, ‘Ashes to Ashes’ y colaboradores como Robbie Williams y Rumer, quería hacer este disco de versiones acústicas y sencillas. Después se aburrió y fue añadiendo cosas, dejándose seducir sobre todo por textos de canciones que le gustaban. Eso sí, sin renunciar a una nueva vuelta sobre ‘Slave to the Rhythm’, que él mismo produjo para Grace Jones, ni a una versión “relajada” -también ha llegado a usar la palabra “chill”- de ‘Relax’.

El atractivo de este proyecto es que es Trevor Horn quien selecciona unas letras y a los artistas, en lugar de al revés: lo habitual es que los músicos y vocalistas escojan al productor. Por eso es impresionante el arranque del álbum, con Tori Amos convirtiendo en balada ’Swimming Pools (Drank)’ de Kendrick Lamar, sin exceso orquestal, con los arreglos mejor equilibrados que en el álbum anterior. De largo la mejor grabación aquí, hace sonar totalmente desesperado ese “buceo en una piscina de alcohol”, que en la versión original era más ambiguo, enfundado en un ritmo trap y voces tratadas.

Marc Almond nos da el electro pop con ‘Love Is a Battlefield’, sin perder la sensibilidad de la melodía: el tema, que originalmente cantó Pat Benatar, empieza a piano y termina con un bonito riff de guitarra. Que contrasta a continuación con la suciedad que Iggy Pop imprime a la sudorosa ‘Personal Jesus’. Es la grabación más popular entre estas 11 versiones, aunque estaba ya todo dicho sobre este tema, tras las múltiples interpretaciones de Depeche Mode, y además la imperdible adaptación de Johnny Cash.

Tampoco necesitaba una inyección de solemnidad ‘Smells Like Teen Spirit’, pues nadie puede darle más de la que le dio Kurt Cobain en 1994. Lo que sí es cierto es que en ese tramo final, ‘ECHOES’ («ancient, pero no tan modern»), fluye mejor que al principio, cuando habíamos pasado de oír a Tori Amos a la adaptación medio latina medio R&B de ‘Steppin’ Out’ de Seal, y de ahí a Rick Astley.

Ayuda que el tema de Nirvana lo cante Jack Lukeman, que también canta la pista anterior junto a Andrea Corr (‘White Wedding’), y justo antes de que el propio Trevor Horn entone ‘Avalon’ de Roxy Music para terminar. El mítico productor, cantando sobre las propiedades de una bossa nova y una samba, sobre su magia. Durante esos 4 minutos, no necesitarás nada más. Ni siquiera esa copa sobre la que nos había cantado Amos tan amargamente, al comienzo del álbum.

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